miércoles, 9 de octubre de 2013

Entre lo ético y lo técnico

Cualquier organización se sostiene sobre la existencia de problemas, sean del entorno, de las personas, de los grupos, de las comunidades. Por eso organizar significa dar respuesta a las disyuntivas que surgen, a los dilemas críticos sobre los cuales se reflexiona y se actúa, como el desempleo, la pobreza, la indigencia, la enfermedad, la vulnerabilidad, la desprotección social. Los problemas se pueden solucionar o gestionar. Acá empieza el primer problema para comprender la gestión política y pública, ¿solucionamos o gestionamos?

Por una vez pensemos en una ficción política, que el Estado y el Gobierno son formas meramente embrionarias: un momento donde los problemas son grandes y a la vez novedosos. ¿Qué se ha de hacer ante los vacíos? Se tiene que organizar el territorio, se han de definir los derechos de los habitantes, deberán cumplirse las necesidades vitales para lograr el bienestar de todos en ese lugar imaginario. Imaginemos que en ese lugar hay esperanzas por crear cosas beneficiosas para todos y todas, teniendo en cuenta que a pesar de ser un mundo imaginario unos nacieron mejor posicionados que otros, que unos son nuevos en el mundo y otros son viejos, por lo que son vulnerables, pero que a pesar de esas vulnerabilidades y diferencias existe la posibilidad de crear una vida digna y justa para todos. Como imagen que es, pensemos que unos tendrán la intención de organizar, buscar y lograr algunos proyectos que satisfagan a las personas, esto teniendo de nuevo en cuenta que la organización deviene de problemas y lleva hacia ellos.

Empezamos con un primer límite, que es imperativo, que es ético y emana de un “deber ser”, que estas personas buscarán crear unas pautas comunes para convivir y organizarse, así habrá gente que se movilizará para organizar, es decir, para resolver los problemas del conjunto, de formas que no son tan conscientes (casi a modo de "solidaridad orgánica"). Además pensemos que estas personas si bien saben que necesitan cosas para sí mismas no solo piensan en sí mismas, piensan en los demás aun cuando estos no lo pidan de forma expresa, y a pesar de lo anterior, se movilizarán para alfabetizar, para mejorar la salud, para controlar enfermedades, para producir alimentos, bienes y servicios.

Bueno, la imagen suena utópica, cooperativa y organizada. Si bien lo es, tiene algo de cierto y algo de falso (pues olvida el conflicto). Lo cierto es que el desarrollo moderno evidencia importantes esfuerzos por mejorar la vida de los habitantes con acciones políticas y públicas que nada tienen que ver con la "privación" y el "egoísmo" en la organización de los problemas comunes; tiene algo de falso, que si bien hay experiencias, estas han sido deterioradas y desmanteladas en los últimos años. Además, se enfrentan las normas, entre unas que guían un imperativo ético del nosotros, y otras que apelan al "yo", al "sí mismo", así las personas se ven únicas en el mundo a pesar de la necesidad frente al otro y de vivir en sociedad (algo que Richard Sennett ha trabajado en la "Corrosión del carácter" y el "Declive del Hombre Público"). Ese dilema de lo falso es vital, nos pone la mirada ante una realidad imperfecta, ante uno de los problemas más duros en la organización colectiva y las formaciones sociales, el interés de unos y la lucha. Entonces ¿qué hacer si aquellos que quieren hacer algo por el conjunto, topan con el límite, hasta con el conflicto frente a otros que no lo quieren?

De nuevo imaginemos, que los que quieren hacer algo buscan crear mecanismos para ser realistas, perdiendo la inocencia; se dicen, si no pudimos solucionar los problemas propongamos unos mecanismos de gestión, y acá surgen las buenas voluntades, se juntan eruditos, estadistas, juristas, científicos, luminarias, que bajo la luz del saber miran unas vías de escape ante la tragedia común de la realidad. Podría surgir una forma regulacionista, hecha a favor y en honor del derecho del conjunto, se crearan así, normas, pautas, reglamentos, administraciones para darle sentido al imperfecto mundo, así se sabrá qué hacer con miras al futuro, y cuando alguien falte al "honor de esa regla", en su salvación y última medida, será presa del castigo… Otra forma sería, la de los que se abanderarán bajo la ciencia, en el manejo de indicadores de gestión, importantes para una medición “efectiva” de las acciones educativas, sanitarias, securitarias; estos buscarán sostener las acciones logradas con anterioridad, con la idea de avanzar lentamente a un futuro mejor, este modelo es imperativamente tecnocrático.

En el camino se topan dos imperativos, el ético y el técnico, y se puede pensar que uno no es más importante que otro en la organización social. Estos dilemas pueden encontrarse de formas diversas, siendo precisamente problemas serios.  ¿Cuáles son los fines que nos acompañan en el desarrollo de un país?, ¿cuáles son los objetivos de la gestión política? ¿En qué momento se desgastan las esperanzas? ¿Por qué se bloquean los sistemas políticos?

El dilema más importante vertido acá es: ¿Cómo superar el bloqueo de un modelo que no sabe cuál es la guía ético-política y además tampoco tiene una potencia técnica para saber sobre sí mismo? ¿Cómo se cuadra una lógica más allá de lo técnico, o de la ética en la operación técnica...?

Impera un esfuerzo, que queda marcado en una aspiración, de la racionalidad moderna guiada por la ciencia. Acá no se estaría hablando  completamente de una valoración normativa sino de un acuerdo más o menos imperfecto del saber que aspire al bien común. Se puede tener un engranaje organizativo más o menos efectivo, pero sí no hay acuerdos, que son políticos, no se logrará mucho. Además el problema fundamental de la técnica o la tecnocracia es, que aspira a lo particular, a lo controlable, a lo medible. Lo ético-político, si bien no es universal se delibera en un acuerdo conjunto, en un espacio público, y tiene una potencia, que puede pensarse pluralista e inclusivo. El dilema es muy grande, está en la implementación de una tecnocracia y una democracia...

Acá no se puede dejar de pensar en “El político y el científico” de Max Weber, solo que acá no hay un criterio de neutralidad del científico, con la emergencia de los técnicos y su voluntad de poder, que pueden olvidar los acuerdos éticos, tratando en nombre de la ciencia aspirar al entendimiento y al cambio, limitados por la focalización que viene también acompañada de un olvido, el bienestar universal.

No hay balance en estas contradicciones, pues pueden surgir modelos populistas, sin criterios técnicos que pueden llevar a la quiebra, o modelos político-legales que bloquean la sociedad, o modelos técnicos que se olvidan del conjunto de la sociedad... Para finalizar, aunque el último suena esperanzador, hay que ponerlo en duda, pues la ciencia y la experticia también se han olvidado de la guía que dirige el bien común, y esto es, una guía ético-científica: que el saber especializado en conjunto con una ética general pueden mejorar la calidad de vida y movilizar a aquellas personas que no solo velan por sí mismas, que más que preocupadas por una variable de gestión burocrática, pueden actuar por una sociedad para mejorar la vida de los que vienen y dar una vida digna a los que se van.

Julio Solís Moreira
Sociólogo e Investigador
09/10/13

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