18
MAR, 2020
12:49
AM
En las últimas semanas diversos fenómenos se están volviendo comunes,
entre ellos, el aumento de las filas en el comercio, las mediáticas compras
compulsivas de papel de baño, alcohol en gel, desinfectantes, conservas, etc.
Tales situaciones, son criticadas fervientemente por unos y ejercidas
en silencio por muchos. En tal escenario se dejan ver diversas y complejas
consecuencias de un evento pandémico que afecta los frágiles sistemas de
organización social y las aparentes apacibles vidas cotidianas de la población.
Como primera medida de cambio, las acciones de los gobiernos,
que además de ser distintas a nivel internacional son contraintuitivas a las
vidas de las personas. El cierre de fronteras, la cancelación de los viajes
por turismo, la acción o inacción de distintos gobiernos, las limitaciones de
circulación en las ciudades, el distanciamiento social, la recepción y atención
de los enfermos, son todas situaciones que potencian una sensación de pérdida
de control de las propias vidas en las personas que habían proyectado viajes,
actividades y encuentros.
La sensación de “falta de control” revela la fragilidad de la
organización social. Organización que depende de una logística altamente
interconectada para el mantenimiento de las necesidades cotidianas mediante la
oferta de servicios públicos y privados. Tal incertidumbre por la “falta de
control” frente a la afectación de esos servicios tendría diversas respuestas
sociales que pueden derivar hacia sentimientos de miedo o temor.
Aunque habría múltiples manifestaciones o respuestas sociales, algunas a
primera vista, están teniendo un impacto importante por sus efectos en las
personas, como son, el uso de las tecnologías de información, la incidencia que
tiene la información surgida de los sistemas de salud y la ciencia médica, y
las capacidades que tienen los distintos gobiernos y las comunidades para
enfrentarse a eventos de carácter inédito.
En cuanto a la tecnología, parece que hay un ciberleviatán
levantado frente a nosotros, donde se multiplican los medios de
información, no todos esos medios guiados por una intención de veracidad. Los
límites de la información en este escenario se dan por una sobresaturación de
estímulos a nivel sensorial y psíquico. En tal contexto se puede potenciar el
acceso a la información en varias vías, pero sus usos son disimiles. Así, la
información oficial y científica es contundente pero abstracta y compleja, la
cual no entraría en un infográfico pero la población se ha habituado a una
comunicación casi “telegráfica”. Frente a lo anterior, emerge gloriosa la
información falsa, basada en rumores, en memes, en grupos que ofrecen remedios
milagrosos y salidas fáciles e inmediatas reflejo de esa sobresaturación de
“tener todo a la mano”. Sin dudas, la representación de la información entra en
disputa, conquistando lo tendencioso mediante medios visuales en los que se ven
calles vacías, supermercados con “desabastecimiento”, desmayos de personas
“sospechosas de enfermedad”, hacinamiento en los centros de salud, entre muchos
otros epifenómenos.
Con relación a la difusión de información, se puede encontrar un
mecanismo discursivo y retórico denominado: de la parte por el todo
(sinécdoque), en el cual a partir de imágenes o hechos concretos se
generalizan comportamientos. De esta forma, la presentación visual de un evento
particular emergerá a modo de aspecto justificativo, el cual la multitud tomará
como una generalización, por ejemplo, una imagen de un estante vacío (parte)
puede llevar a una asociación o creencia de desabastecimiento general (todo).
Estas figuras discursivas son parte del quehacer cotidiano por excelencia.
La población también se ve enfrentada a la lógica de
funcionamiento del campo científico. Por el estado de avance y novedad del
coronavirus que ocasiona la enfermedad COVID-19 las informaciones recibidas son
preliminares y contingentes, si bien la Organización Mundial de la Salud (OMS)
y demás organismos oficiales han alertado con rigurosidad y se han hecho
diversos estudios, la percepción cotidiana puede interpretar esas acciones como
adaptativas al contexto y no contundentes, con datos que llevarán tiempo para
ser procesados y sistematizados en relación a aspectos tales como la duración
de la enfermedad, el periodo de incubación, los síntomas exactos, la
prevalencia y el perfil epidemiológico, los efectos o consecuencias de quienes
han pasado por la enfermedad.
Tales escenarios son vividos de manera significativa en el día a día con
alta incertidumbre.
La ruptura en el paso de un estado de latente
control social a uno de alta fragilidad de ese control conllevará a
tener máximos cuidados en el tratamiento de la emergencia, debido a que la
información es altamente confusa, y las respuestas sociales podrían tener
consecuencias negativas, como antes se indicó, usando de ejemplo las respuestas
sociales en el ámbito de las tecnologías de la información y el campo de la
ciencia.
De la misma forma, dentro de las diversas consecuencias surgidas de las
respuestas sociales pueden emerger formas de representación colectiva que
podrían expresarse en prácticas concretas. Dentro de esas formas, están
los mecanismos discursivos de exclusión, similares a lo que propone
Foucault en “El orden del discurso”, y que implican formas de separación y
rechazo. Se podría decir que estos mecanismos conllevarían inercialmente a
creer en posibles situaciones ficcionales de decadencia o ruptura del orden
social.
Los principios de oposición se pueden referir a la negativización del
otro, y esa otredad puede ser una característica material o abstracta. Se
pueden simbolizar oposiciones duales, como la supervivencia del individuo
frente a lo colectivo, que en los entornos hacinados y empobrecidos la
epidemia se “propagará” más rápidamente (aun cuando la pandemia es
generalizada), la sensación de una recesión ya vivida aumentada por un posible
desorden social causado por la pandemia frente al orden social positivo (el
pasado fue mejor a modo de argumento conservador), el retorno a los vínculos
primarios (proteger a la familia) frente a las corporaciones colectivas. El
razonamiento dispuesto puede justificar el principio de supervivencia, de lo
primario frente al otro, a lo desconocido, de la agrupación cercana frente a la
solidaridad de la sociedad en general. Muy bien representadas estas narraciones
por la ciencia ficción a modo del mundo en la película Mad Max.
Existentes tales representaciones, respuestas sociales y prácticas
concretas que conllevan a la histeria grupal, se ha de apostar por respuestas
colectivas contundentes, protocolos de actuación que prevengan las posibles
manifestaciones de ruptura con los derechos de las personas para garantizar
desde el sector gubernamental y el sector privado la oferta equitativa de los
bienes públicos y de uso común. Tales bienes serán necesarios para
salir de un escenario inédito en la historia, por los recursos dispuestos y los
sacrificios que tendremos que sostener como sociedad.
Julio Solís Moreira
Sociólogo e investigador social.
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