Julio Solís Moreira [1]
En situaciones críticas emergen
matices y aspectos positivos. La humanidad al estar enfrentada a situaciones
límite ha encontrado, en incontables ocasiones, respuestas para salir adelante.
Esta vez no será diferente, y la ventana de oportunidad nos puede llevar a
tiempos de grandes posibilidades y nuevas respuestas para replantear la
naturaleza de las cuestiones humanas, los vínculos, las subjetividades, el
Estado y el gobierno, el mercado, y el rol de la tecnología.
Llevamos muchos años en los que
el ruido de las olas conservadoras y las agendas populistas se han ido
imponiendo a las razones, han sido tiempos de pocas posibilidades para el
desarrollo social, para el sostenimiento en los gastos en salud y en educación,
para el bienestar social en general.
Detrás de esas agendas
reaccionarias, estaban en apariencia “ocultos y desprestigiados” muchos saberes
útiles y logros históricos de la humanidad, disminuidos en importancia por
algunos discursos del poder que han asolado al mundo orientándonos hacia la
desigualdad rampante, la exclusión y la vulneración de los derechos de la
mayoría.
Así en las últimas semanas ha
vuelto a tener protagonismo, la potencia positiva que tiene la ciencia y su rol
en el mundo moderno. De esa forma, la comunidad científica se ha abocado
anónimamente, de manera generosa y con entusiasmo, a comprender y dar
respuestas a un evento pandémico que se vislumbra como un punto de posible
cambio de época.
En esta coyuntura, ha indicado acertadamente Manuel
Castells:
“Ahora nos damos cuenta de la importancia de la
ciencia y la tecnología para protegernos como especie de los desastres que
nosotros mismos hemos generado”
El mundo está expectante a las
noticias que pueden surgir para su propio bien, su autoconservación y
certidumbre psíquica; y para ello, no han faltado las informaciones, los artículos,
las bases de datos abiertas por la Organización Mundial de la Salud (OMS), los datos en Tableau, el uso de los Sistemas de Información Geográfica, las grandes bases de datos en tiempo real, los Barómetros de
información, las Gráficas
actualizadas en tiempo real, los mapas de evolución en el tiempo, todas formas de
representación del mundo buscando ordenar el caos y la complejidad mediante
métodos como el Big Data, la Inteligencia Artificial (AI), la cibernética, la
Ciencia de Datos (Data Science), cuya finalidad está orientada a la acción y a
nuestra propia supervivencia.
De la misma forma las comunidades
científicas en sus múltiples denominaciones han estado buscando explicaciones,
investigando curas y encontrando razones. En la práctica vemos en el día a día
el sacrificio mundial del personal médico extenuado y expuesto a la enfermedad.
También se ha fomentado el debate y la crítica intelectual desde diversas
perspectivas: Agamben, Mike Davis, Byung-Chul Han, Chomsky, Žižek, Castells, Yuval Noah Harari, Badiou. Todos esos autores repensando, proyectando e
imaginando para bien o para mal un mundo post-Coronavirus.
Esa renovación de la razón lo ha
sido bajo un régimen de necesidad (enfermedad)[2]
y se ha encontrado con un obstáculo muy actual, como es, la emergencia de
los populismos, basados en las más bajas pasiones: la apuesta
por las soluciones sencillas, las opiniones, los fanatismos religiosos, los
negacionismos, las soluciones radicales (de izquierdas y de derechas), las
apologías de la desigualdad, los nacionalismos, entre muchísimas otras
características.
En este contexto de crisis, la
retórica populista emerge simplificando el evento y sus consecuencias, a modo
de una política oscurantista enfrentada e interpelada por una cuestión compleja
como es el COVID-19. Se observa como algunas de las elites políticas y sus
caras visibles en los distintos gobiernos —Estados Unidos, Brasil, Inglaterra, Nicaragua, México— han puesto en duda la seriedad de los
acontecimientos.
Tal situación, de simplificación,
negacionismo, falta de conocimiento e inercia burocrática, en el peor de los
escenarios, podría retrasar las capacidades para atender estratégicamente la
crisis y la subsecuente afectación en la vida de las poblaciones y los sistemas
de salud. El escenario dispuesto estará por verse en las próximas semanas.
La retórica populista enfrentada
a los hechos y a los datos, ha tenido que cambiar de opinión y de acciones en
muchos países. Se toma conciencia de la existencia de una situación de
excepción por un cálculo de riesgo político, luego del riesgo económico y
social, y la posterior obligación a escuchar la voz experta (científica) para
la protección de las personas en riesgo.
Finalmente, esta coyuntura
evidenció que, en los momentos donde la vida de la mayoría y de las propias élites
se ve en peligro, ahí los grandes intereses se rinden “noblemente” ante el
Estado, la ciencia y la razón.
[1] Sociólogo
e investigador. Integrante del Grupo de Trabajo CLACSO Violencias, políticas de
seguridad y resistencias. Centro de Investigación en Cultura y Desarrollo
(CICDE), Costa Rica.
[2] “No
se trata de una comedia, es una necesidad impuesta por la difusión de un
proceso mortal que cruza la naturaleza (de ahí el papel eminente de los
científicos en este asunto) y del orden social (de ahí la intervención
autoritaria, y ella no puede ser otra cosa, del Estado).” Badiou

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